El oboe apareció por primera vez en Francia hacia 1660, y ya entonces se parecía mucho a los instrumentos actuales. Evolucionó de la chirimía tiple e inmediatamente fue aclamado por su variedad tonal y su calidad expresiva, si bien los musicólogos coinciden por lo general en que los primeros oboes poseían un tono estridente y desafinaban con facilidad. Otros tipos de oboe fueron el oboe d’amore (afinado una tercera más grave que el oboe normal) y el oboe da caccia (afinado una quinta por debajo, la misma escala que el corno inglés); aunque el oboe d’amore ya no forma parte de la orquesta, se sigue utilizando para interpretar pasajes solistas por su característico tono dulce, como los de las cantatas de Johann Sebastian Bach. El oboe da caccia fue arrinconado de la orquesta sobre todo por el corno inglés durante el siglo XIX. La pureza de tono del oboe moderno ha hecho que su nota sirva normalmente como referencia para afinar el resto de los instrumentos de la orquesta, pero la dificultad que entraña soplar el aire a través de una boquilla de lengüeta doble hace que las familias de los oboes y los fagotes resulten difíciles de interpretar en sus registros bajos.