Fenómeno en virtud del cual el ciclo evolutivo completo, hasta volver al punto de partida, de la gran mayoría de las plantas se cumple sucediéndose, o alternando entre sí, dos generaciones, cuyas células, en una, tienen un número sencillo, haploide, de cromosomas, y en la otra, un número doble, es decir, x y 2 x, respectivamente. Una generación haploide, con x cromosomas, sucede otra diploide, con 2 x cromosomas, y a ésta, otra vez la haploide. La plantilla de un musgo, por ejemplo, con x cromosomas en su núcleo, constituye la generación haploide de una determinada especie, y sus células sexuales, su gámeta, tiene también x cromosomas, como las demás. Pero así que el espermatozoide se une a la oosfera y los dos núcleos se confunden, el número de cromosomas del núcleo resultante es ya 2 x, y en este momento empieza la nueva generación diploide. Todas las células derivadas de dicho núcleo tienen también 2 x cromosomas. En este caso, la generación diploide se desarrolla a modo de un parásito sobre el tallito del musgo de la generación anterior, y produce en su ápice el llamado esporogonio, en el cual se engendran las esporas. Las células madres de las esporas tienen, como todas las demás de esta generación, 2 x cromosomas, pero en ellas ocurre la división reductiva, y dichas, y dichas esporas sólo poseen la mitad de los cromosomas, es decir, x. Estas esporas constituyen el punto de arranque de la otra generación, de la haploide, de la cual hemos partido, porque de la espora se forma el musgo. En este caso de los musgos, la generación haploide, con sólo x cromosomas, tienen más importancia que la diploide, no solamente de proporciones menores, sino de vida parásita a expensas de la anterior, sobre la cual se desarrolla como si se tratara de la parte fructífera de la misma. En los helechos sucede todo lo contrario, es decir, la generación diploide, con 2 x cromosomas, constituye el helecho propiamente dicho, en algunos casos de talla arbórea, en cambio, la generación haploide es a menudo tan reducida que apenas si puede distinguirse a simple vista. En los antófitos, la reducción de esa generación es tan considerable que, si no fuese por las homologías que descubrimos en ellas, pasaría totalmente inadvertida. En otros casos desaparece una de ambas generaciones, porque la ovocélula fecundada, al segmentarse por primera vez, experimenta ya la división reductiva. En zigoto representa, pues, con sus 2 x cromosomas, la generación diploide. Puede ocurrir también que siendo diploide la planta, únicamente los gámetas representen la generación haploide, producidos por la célula madre respectiva al dividirse de manera reductiva; realizada la conyugación de ambos núcleos, empieza de nuevo la generación diploide. En estos dos últimos casos no existen alternación de generaciones, porque ni el zigoto ni el gámeta por sí mismo constituyen generación alguna. En los organismo que carecen de reproducción sexual no cabe tampoco la alternación de generaciones.