El arte contemporáneo que incorpora el movimiento a los efectos usuales en la pintura o escultura: el término tiene su origen en la rama de la mecánica que investiga la relación entre el movimiento de los cuerpos y las fuerzas que actúan sobre ellos.

Ya en 1913 Marcel Duchamp creó su ready-made animado, que consistía en una rueda de bicicleta fijada por su horquilla a un taburete, y en 1920 creó un aparato con aspas de vidrio movidas por un motor, que casi acaba con la vida de Man Ray. El concepto apareció por primera vez en el Manifiesto realista firmado en 1920 por Antón Pevsner y Naum Gabo, y más tarde László Moholy-Nagy y Kemeni usaron el término ‘dinámico’ para referirse a los sistemas de los movimientos en su Sistema de fuerzas dinámicas constructivas. El término se generalizó a partir de la exposición “El movimiento”, realizada en la galería Denise René de París en 1955, donde una pancarta a la entrada rezaba: “se ruega tocar”. En la muestra participaron artistas como Yaacov Agam, Alexander Calder, Marcel Duchamp, Arne Jacobsen, Jesús Rafael Soto, Jean Tinguely o Victor Vasarely.

Durante la década de 1960 surge una segunda generación de artistas cinéticos, como los de los grupos Cero y T, consagrados ya en la Bienal de Venecia de 1966. En la actualidad se conoce como arte cinético todas aquellas obras que producen en el espectador sensación de inestabilidad y movimiento a través de ilusiones ópticas, las que cambian de aspecto en virtud de la posición desde donde se contemplen y las que crean una aparente sensación de movimiento por la iluminación sucesiva de alguna de sus partes (los anuncios de neón). También se incluyen dentro del arte cinético las construcciones tridimensionales con movimiento mecánico y los móviles sin motor, como los de Alexander Calder. Entre los artistas más destacados que han cultivado este estilo se encuentran también Carlos Cruz-Díez, Julio LeParc y Alejandro Otero (véase arte y arquitectura contemporáneas).