Se aplica a la enfermedad que tiene relación con el cáncer; cancerígena: que produce o favorece la aparición de un tumor maligno; es decir, el cáncer. En medicina y oncología, por lo general el cáncer es una neoplasia caracterizada por el crecimiento incontrolado de células anaplásicas que tienden a invadir el tejido vecino y a metastatizar a distancia (véase cáncer y neoplasia maligna). El cáncer es un proceso maligno caracterizado por una pérdida de los mecanismos de control celular normales que conducen a: 1) una proliferación celular descontrolada, 2) ausencia de diferenciación, 3) tendencia a la invasión de los tejidos y los órganos vecinos sanos y 4) tendencia a extenderse por el organismo (metástasis). El cáncer puede desarrollarse a cualquier edad, aunque en personas maduras es más habitual; puede afectar a todo tipo de órgano y tejidos.
Si bien es difícil enumerar todas las causas que desencadenan el cáncer, existe una serie de factores de riesgo que aumenta la probabilidad de padecerlos: a) la existencia de una tendencia familiar a sufrir ciertos tipos de cáncer como la leucemia, el cáncer de colon, el cáncer de estómago y el cáncer de mama; b) una alimentación con un aporte excesivo de carne y a la vez pobre en fibras vegetales, aumenta el riesgo de contraer cáncer de colon. El alcohol favorece la aparición de cáncer de boca y de esófago; c) el consumo de tabaco aumenta extremadamente el riesgo de sufrir cáncer pulmonar, de esófago, vejiga y laringe; d) la exposición al sol sin tomar las medidas protectoras oportunas que protejan la piel de los rayos ultravioletas aumenta el riesgo de contraer cáncer cutáneo; e) exposiciones directas a radiaciones ionizantes, como los rayos X u otras fuentes radiactivas, también son capaces de desencadenar cáncer, básicamente leucemias; f) el contacto repetitivo con sustancias químicas carcinógenas (amianto, aminas aromáticas, níquel, cromatos, asbesto, hidrocarburos, cloruro de vinilo, etc.) también puede provocar cáncer; g) la presencia de lesiones precancerosas como pólipos intestinales, queratosis verrucosas cutáneas, leucoplasias, ciertos parásitos, etc. o el hecho de padecer ciertas enfermedades también se relaciona con la aparición de cáncer. De hecho, no se sabe con certeza cómo estos factores son capaces de desencadenar la enfermedad, pero existe una relación directa con los oncogenes, genes normalmente inactivos pero que estos agentes externos serían capaces de activar, provocando la transformación de una célula normal en una célula cancerosa.
Es necesario recalcar que el diagnóstico de un cáncer no implica la muerte del paciente, aunque un diagnóstico precoz puede facilitar el tratamiento y la recuperación; por esta razón es tan importante la prevención, el chequeo y los controles de carácter preventivo. El paciente debe estar informado de si pertenece a algún grupo de riesgo y conocer la sintomatología para poder alertar al médico ante cualquier sospecha: la aparición de un grano o una lesión en la piel que no se cura o el cambio en el aspecto de una peca o verruga, pueden indicar un cáncer de piel; un trastorno de la voz, una tos persistente o esputos sanguinolentos son los primeros síntomas de un cáncer provocado por el tabaco; estreñimiento o diarrea en una persona con ritmo normal, heces manchadas de sangre, trastornos digestivos o de la deglución con atragantamientos frecuentes, pueden indicar también la presencia de cáncer; la aparición de una induración o un bulto en una mama, un cambio en la forma o coloración de pezón están relacionadas con el cáncer de pecho. Una vez detectado el cáncer, y en función del órgano afectado y la extensión de la enfermedad, se recurrirá a la cirugía, la quimioterapia, la radioterapia, la inmunoterapia, antibióticos antitumorales, sustancias alcaloides derivadas de las plantas o la asociación de varias de estas técnicas conjuntamente.