El trabajo de orquestación requiere, además de un conocimiento satisfactorio de las extensiones de los instrumentos, una comprensión de sus cualidades y de sus debilidades. Un pasaje concreto puede ser interpretado por un clarinete solo con una digitación confusa por ejemplo, o, en otro caso, requerir del arpista una serie de cambios imposibles de los pedales que controlan las notas emitidas. Los instrumentos de cuerda y los de metal deben llevar pequeñas pausas en las barras de compás si los intérpretes han de colocar o quitar las sordinas. Aunque esta información puede adquirirse en los libros, es lo que se estudia más a fondo para trabajar con los instrumentistas. La dirección proporciona una experiencia inapreciable respecto de las combinaciones instrumentales reales, que puede aumentarse analizando diferentes orquestaciones en otras composiciones. La orquestación de una obra compuesta para otros medios requiere un sentido estético dirigido a conservar el estilo del original y a clarificar su estructura y funcionamiento interno.