En los casos de variabilidad fluctuante suele aplicarse para su estudio la ley de las causas accidentales (ley de Quételet), «llamada así porque indica cómo se distribuye a la larga una serie de hechos regidos por causas constantes, aunque perturbadas en sus efectos por otras causas accidentales. Éstas acaban por anularse y, en definitiva, el resultado que tal como se habría reproducido en cualquier caso si sólo hubiesen actuado las causas constantes» (Quételet, Du systeme social et des lois qui le régissent, 1878; Lettres sur la théorie des prob. appliquée aux sciences mirales et polit., 1846). De ella resulta tanto en los fenómenos sociales como en los biológicos, que el valor promedial de la variación fluctuante se mantiene invariable a partir de ciento número de observaciones, es decir, que no se modifica si aquéllas se multiplican indefinidamente. Lo propio ocurre con los valores extremos, consecuencia de la actuación de las causas accidentales perturbadoras, de forma que la amplitud de variación permanece asimismo constante cuando el número de observaciones es suficiente. Como este número ha de ser muy grande para alcanzar la debida estabilidad del valor promedial y de la amplitud de variación, esta ley se ha llamado también ley de los grandes números (Adol Quételet, hombre de ciencia belga, notable por sus estudios sobre estadística, 1796-1874).