Fue un cirujano británico que con el descubrimiento de los antisépticos en 1865 contribuyó a reducir en gran medida el número de muertes por infecciones contraídas en el quirófano. Nacido en Upton, Essex, y formado en las universidades de Londres y Edimburgo, Lister comenzó a estudiar la coagulación de la sangre y las inflamaciones producidas por lesiones y heridas quirúrgicas. En 1861 fue nombrado cirujano de una nueva sección de cirugía del Glasgow Royal Infirmary, destinada a combatir la gangrena y otras infecciones que, se creía, estaban motivadas por el aire contaminado. A pesar de sus esfuerzos por mantener limpio el instrumental quirúrgico y los quirófanos, la tasa de mortalidad se mantenía en torno al 50 por ciento.
Convencido de que la infección se debía a las partículas de polvo presentes en el aire, recurrió a las nebulizaciones de ácido carbólico (hoy llamado fenol), un compuesto químico que se utilizaba por aquel entonces para combatir el mal olor de las alcantarillas. En 1865 conoció la teoría de los gérmenes enunciada por el bacteriólogo francés Louis Pasteur, cuyos experimentos demostraban que la causa de la fermentación y la putrefacción se debía a los microorganismos que entraban en contacto con la materia orgánica. Gracias a la aplicación de ácido carbólico en el instrumental y directamente en las heridas, Lister consiguió reducir la mortalidad hasta un 15% en 1869.
Los descubrimientos de Lister en el campo de la antisepsia fueron rechazados en un principio, pero en la década de 1880 su aceptación era ya casi total (asepsia): en 1897 fue nombrado barón por la reina Victoria I, que había sido su paciente.