El taoísmo religioso está interesado por tres clases de espíritus: dioses, fantasmas y antepasados. Por lo general, los fantasmas eran los antepasados abandonados, mientras que algunos antepasados importantes o figuras históricas podían transformarse en dioses, tales como Zhang, el vendedor de tofú, quien se convirtió en Guan Di, el dios de la guerra. Muchos dioses chinos tienen biografías inventadas o reales, con fechas y hazañas como los seres mortales. Los distintos dioses del panteón chino, tanto los mayores como los menores, varían en forma considerable, siendo algunos deidades locales o regionales, mientras otros disfrutan de gran popularidad. El panteón chino incluso se enorgullece de tener tres damas de los aseos, divinidades guardianas de los baños.

Tradicionalmente, el culto a los dioses y a los antepasados era, en realidad, una búsqueda pragmática de ayuda con fines materiales. A veces, si no hacían caso de las peticiones de ayuda, destruían las efigies de los dioses o las tablillas del espíritu de los antepasados. Dentro del acto de veneración de los dioses, por lo general, se incluían rezos, ofrendas de alimentos y de incienso, la quema de invocaciones (basadas en peticiones seculares de carácter judicial y oficial) y “dinero espiritual”. Muchas de estas prácticas se originaron como parte de los ritos curativos de la secta Tianshidao, invocaciones que hacían un llamamiento a distintos jueces y dignatarios celestiales que formaban parte de la burocrática y elaborada jerarquía de los dioses; su fin, curar las enfermedades. Los dioses también eran venerados por medio de representaciones o de pequeños santuarios, tales como las representaciones de los dioses en carteles, que se colgaban en las puertas de los locales de negocios o de las casas, o los altares para quemar incienso en honor de los Tudi (dioses locales de la Tierra), que se instalaban en las calles, en los puentes y en torres de piedra.
El sacerdocio taoísta celebraba ceremonias de veneración con un orden muy estricto, llamadas generalmente zhai (refugios), aunque hoy en día reciben el nombre de jiao (ofrendas); se celebraban al aire libre con cantos y quemando incienso. Se creía que estas ceremonias favorecían a los vivos y servían para interceder en favor de los muertos ante los jueces del mundo del más allá. Ya han desaparecido casi por completo los ritos más espectaculares del taoísmo primitivo, tales como los de penitencia, ceremonias en las que los participantes se cubrían de ceniza y se revolcaban en el barro. El jiao, celebrado principalmente en Hong Kong y en Taiwan, varía en cuanto a su longitud y a los ritos que lo constituyen; la mayoría duraba entre tres y cinco días. Las ceremonias más importantes, en las que se celebraba la renovación de la comunidad de los templos, tenían lugar sólo una vez cada 60 años. Podían ser veneradas las deidades locales junto a los dioses más importantes y populares, tales como el Fushoulu (tres dioses de la felicidad) y Zao Shen, el dios de la cocina, a quien se entroniza junto a la chimenea. Las ceremonias más importantes eran celebradas por los sacerdotes taoístas; los ritos de menor envergadura les eran asignados a ciertos cantantes especialistas locales, quienes por lo general celebraban los ritos funerarios, o a los fashi (magos). Se podía requerir la presencia de todos ellos para practicar exorcismos y curaciones, aunque el conocimiento superior de los sacerdotes taoístas era muy respetado.
El exorcismo y la comunicación con los muertos constituían prácticas bastante frecuentes dentro de la religión china. Por lo general, los sacerdotes taoístas realizaban los exorcismos que presentaban mayor dificultad, como expulsar a los demonios que poseían a algunas personas o tratar las casas encantadas. El fashi trabajaba con médium, que actuaban como receptáculos de dioses o espíritus de antepasados, cuyas palabras y actos eran interpretados por el fashi. También empleaban la escritura automática como medio para recibir mensajes de los muertos.

El culto a los antepasados incluía ofrendas de alimentos y rezos a los espíritus de los antepasados de la familia (shen); invocaban su ayuda y trataban de evitar que degeneraran en fantasmas hambrientos o gui. Para que el shen pueda ascender al paraíso después de muerto necesita de ofrendas rituales ofrecidas por miembros de la familia. Al no recibirlas, volverá a la Tierra convertido en un gui vengativo. En términos generales, el culto a los antepasados está dividido entre el culto doméstico de los antepasados de las generaciones anteriores, cuyos nombres reposan escritos sobre el altar familiar, y el culto de los antepasados que formen parte de un clan de mayor linaje (esta práctica tiene una especial importancia en el sur de China), cuyos nombres están inscritos en lápidas en la gran sala del clan de los antepasados. Este último culto a menudo implicaba que los hombres más viejos del clan se reunieran en la gran sala, en especial durante la ceremonia de veneración que se celebraba todos los años, ceremonia en la que a los antepasados se les ofrecía un cerdo asado. La gran sala de los antepasados, que a menudo era un edificio magnífico, representaba el poder y el prestigio del clan. El ascenso dentro del culto del linaje (previo pago de una cuota) era la única manera de asegurar que su nombre fuera venerado en forma permanente. Los nombres de los antepasados más antiguos eran retirados del culto doméstico al cabo de cinco o seis generaciones después de muerta la persona, una vez que volvía a escribirse la lista familiar de los antepasados después de alguna nueva defunción.
El taoísmo religioso tiene su propia tradición de misticismo contemplativo, parte del cual deriva de las ideas filosóficas del taoísmo. En Taiwan y en algunos otros lugares se practican aún ciertos ejercicios de respiración y otras actividades parecidas al yoga; se guían por una teoría de alquimia interna según la cual los expertos podrían hacerse inmortales. Otras incluyen una búsqueda de los dioses que moran en el cuerpo humano; esto puede lograrse por medio de la meditación. Los practicantes de estos ejercicios sostienen que el cuerpo humano equivale al mundo externo, pero en miniatura, estando presidido por los mismos dioses que gobiernan el Universo y dominan el microcosmos y el macrocosmos. Algunas veces, y buscando lograr un estado religioso místico o trascendente, estas prácticas formaron parte de la misma búsqueda de la inmortalidad que sirvió de inspiración para que algunos taoístas dieran los primeros pasos en la química china y se envenenaran con falsos elixires de vida.