Según los documentos de la época, las creencias éticas y morales de los babilonios hacían hincapié en la bondad y la verdad, la ley y el orden, la justicia y la libertad, la sabiduría y el aprendizaje, y el valor y la lealtad. La misericordia y la compasión iban fuertemente unidas, y se les brindaba una especial compasión a las viudas, huérfanos, refugiados, a los pobres y a los oprimidos. Los actos inmorales o poco éticos eran considerados como una ofensa hacia los dioses y el orden divino, por lo que se creía que el castigo de los dioses era proporcional a la falta. Ninguno se consideraba sin pecado. Por eso, todos los sufrimientos eran merecidos. El modo que tenían los babilonios para demostrar su insatisfacción por sus condiciones de vida, no era la discusión o la protesta, sino la súplica y el duelo, lamentándose y confesando ante su dios personal sus inevitables faltas y pecados a fin de que éste actuara como mediador suyo en la asamblea de los grandes dioses.

Fue notoria la gran religiosidad de Babilonia. Sin embargo, de hecho existía el escepticismo y acaso era mucho mayor de lo que indican las fuentes; por ejemplo, un extenso documento literario denominado Teodicea Babilónica, trata del debate entre un escéptico y un creyente, debate en el que al final se hace necesario concluir, de forma muy obvia y con un argumento un tanto insatisfactorio, que la voluntad de los dioses es inescrutable. En otro escrito babilónico, que recoge un diálogo entre un esclavo y su amo, el tono de la conversación suena también escéptico y cínico; la visión relativista considera de antemano que todos los actos del individuo pueden ser justificados, y por lo tanto, en esencia carecen de sentido, en particular porque la muerte hace que la vida sea insignificante.
Los babilonios sentían un terror espantoso a la muerte y esto era fuente de desesperación. En general creían que al morir, el espíritu incorpóreo descendía al oscuro inframundo y que la existencia humana en la sepultura era, como mucho, un reflejo desdichado y tenebroso de la vida terrenal. No existía la esperanza de una recompensa eterna para las personas honradas y con méritos; todos estaban imparcialmente destinados al inframundo. Considerando esto, no es de extrañar que la obra de la literatura babilónica más popular, dramática y creativa, sea el Poema de Gilgamesh, obra que se centra en una angustiosa e inútil búsqueda de la eternidad (véase también Asiria; lengua asirio-babilónica; literatura asirio-babilónica; arte y arquitectura de Mesopotamia).