El espacio natural protegido de Argentina, situado en el litoral nororiental de la provincia de Chubut, dentro de la península que le da nombre. En 1983, el área natural protegida se creó como Reserva natural turística de Objetivo integral Península de Valdés.
El área litoral de las costas patagónicas de la que forma parte presenta una extraordinaria diversidad, pues alterna playas arenosas con macizos rocosos cuarcíticos o con abruptos acantilados. La reserva natural se encuentra al noreste de la provincia de Chubut. El centro urbano turístico desde donde se puede conocer el singular paraje que constituye la península de Valdés, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1999, es la ciudad de Puerto Madryn. La península tiene una curiosa forma de hacha que se adentra en aguas del océano Atlántico y da lugar a una gran extensión de costas de formas variadas (amarillentos acantilados con vastas restingas, oscuras playas arenoso-arcillosas y de pedregullo), que constituyen golfos, caletas, bahías, islas y puntas. Los golfos más importantes son el Nuevo y el de San José.
En el seno del golfo San José, en la península de Valdés, se encuentra la isla de los Pájaros, donde anidan todas las aves australes. En la bajamar se puede llegar hasta la isla caminando sobre el lecho descubierto de la playa, cubierto de algas. La península de Valdés es, si no la más rica, una de las áreas naturales de Argentina más ricas desde el punto de vista de su fauna. Como ejemplos de su gran variedad en cuanto a mamíferos marinos podemos citar —además de los leones y elefantes marinos y las ballenas francas— los delfines de Fitz Roy, los hocicos de botella, las orcas (que recorren las colonias de pinnípedos en busca de alimento) y los menos frecuentes delfines picudos (Mesoplodon sp.) y delfines picudos de Shepherd (Trasmacetus shepherdi). Entre las aves marinas presentes en la reserva podemos citar a los pingüinos, cormoranes, gaviotas y gaviotines y albatros. En la isla de los Pájaros nidifican la gaviota cocinera y el biguá (Phalacrocorax olivaceus), entre otros. En las costas norte y este de la península de Valdés se aparean, dan a luz y crían a sus cachorros los elefantes marinos del Atlántico sur (Mirounga leonina). Los elefantes marinos se localizan en todos los mares australes, estableciendo sus colonias de cría a lo largo de todo el cinturón de islas que rodean el continente antártico. Sin embargo, Valdés constituye el único apostadero continental, el más septentrional y, por ende, el único fácilmente accesible. Estos animales tienen grandes dificultades para moverse en la tierra (debido a que sus aletas posteriores no son reversibles hacia adelante), pero muestran gran destreza para la locomoción en agua, donde transcurre casi toda su vida, excepto para reproducirse y para mudar su piel. A diferencia de las hembras, que como máximo llegan a pesar 1.000 kg, los machos sobrepasan las 4 toneladas y miden 6 m de largo. Además de las diferencias de tamaño y peso, el macho presenta una trompa corta que sirve como caja de resonancia para su rugido. Son mamíferos polígamos, y cada macho dominante puede tener un harén de entre 15 o 20 hembras. Inicialmente, los machos vuelven a las costas, a fines de julio, y toman su territorio. Luego, las hembras van hacia estos para parir, después de 5 días, a un único cachorro de 40 kilogramos. Después de aproximadamente 28 días de lactancia, la hembra vuelve al mar a recuperarse del ayuno, y abandona definitivamente a su cachorro. Este pronto se ve obligado por el hambre a valerse por sí mismo y a buscar alimento en el mar. Para convertirse en ‘sultán’ de un harén, el macho tiene que esperar hasta los 8 o 9 años, cuando es suficientemente grande y fuerte. Cuando hay un ‘intruso’ en un harén que intenta copular a las hembras, el ‘sultán’ intenta alejarlo produciéndose a veces peleas en las que los machos llegan a lastimarse seriamente con sus dientes, aunque nunca se provocan heridas mortales. El celo de la hembra llega 18 días después del alumbramiento. Tras la temporada de cría, los elefantes marinos vuelven al mar; regresan al apostadero solo para la muda anual, que tiene lugar en verano y en la que pierden su pelo y su epidermis.
Otro de los animales que podemos encontrar en península de Valdés es el león marino sudamericano (Otaria flavescens), que pertenece a la familia Otaridae. Estos mamíferos, cuyas cuatro extremidades son grandes aletas, muestran grandes diferencias físicas entre el macho y la hembra. El macho se distingue por la tupida melena y por su mayor contextura física (los machos pesan 500 kg aproximadamente). Los leones marinos son polígamos. Cada macho marca su propio territorio, dentro del cual poseen su harén; el harén, por lo general, está compuesto de 10 hembras. Suelen verse peleas entre machos por las hembras y el territorio; estas peleas no suelen ser muy violentas, pero en algunos casos llegan a ser muy sangrientas. La mayoría de las crías nacen en la primera quincena de enero. Las hembras entran en celo 8 días después del parto, y el macho no las deja ir al mar hasta que han sido servidas. Las crías permanecen junto a la madre hasta el próximo nacimiento. Luego de haber cubierto todas sus hembras, el macho, cansado, pierde interés por ellas y por el territorio, por lo que opta por irse al mar para alimentarse y recuperarse. Vuelve de nuevo en agosto o en septiembre. De igual modo, las ballenas francas australes (Eubalaena australis) constituyen una de las mayores atracciones de la reserva provincial. Al norte de la península de Valdés, ya en tierra, se pueden encontrar ejemplares de guanacos (Lama guanicoe).