Se cree que en los primeros eucariotas que produjeron gametos, éstos eran indiferenciados en tamaño y forma, sin diferenciarse un gameto masculino y uno femenino. Esta condición se denomina isogamia y tenemos un ejemplo actual en el alga filamentosa Spirogyra. No obstante, la mayoría de los seres con reproducción sexual presentan heterogamia, que consiste en la diferenciación de dos tipos de gametos (el masculino y el femenino); la reproducción sexual ha evolucionado en especies que vivían en el agua.
La fecundación da lugar a un huevo que debe ser autosuficiente hasta completar el desarrollo embrionario, lo que implica que los gametos han de portar suficientes sustancias nutritivas. Esta fecundación se producía en agua libre, con lo que un tamaño excesivo de los gametos los haría poco móviles y dificultaría el encuentro de los dos gametos necesarios para aquélla. De este modo, la diferenciación de funciones, en la que un gameto se hace ‘vago’ y ‘gordo’ y espera de modo pasivo la llegada de otro gameto móvil y activo, surge como una adaptación para que se pueda producir un huevo cargado de alimento a partir del gameto femenino, sin reducir las probabilidades de fecundación ya que el gameto masculino, ligero, puede buscar al femenino gracias a su gran autonomía.