La resistencia que ofrecen las paredes arteriales a la presión del líquido sanguíneo. La tensión arterial es la fuerza ejercida por la sangre contra unidad de área de vaso sanguíneo. El gradiente de la presión sanguínea de las arterias que salen del ventrículo izquierdo y el de las venas que entran en la aurícula derecha permite circular a la sangre por el cuerpo. La magnitud de la tensión arterial está determinada por la cantidad de sangre bombeada fuera del corazón por latido (volumen sistólico) y la resistencia que la sangre encuentra al discurrir por los vasos sanguíneos (resistencia periférica). Por lo general se obtienen dos medidas de la tensión arterial: la presión sistólica y la presión diastólica, tradicionalmente expresada en milímetros de mercurio (mmHg), por ejemplo, 130/80 mmHg (o 130 sobre 80). La primera cifra es siempre la más alta. Se refiere a la presión sistólica, obtenida cuando la sangre sale del corazón a las arterias. En los niños, la presión sistólica es unos 100 mmHg; en los adultos jóvenes, 120 mmHg; en adelante tiende a aumentar con la edad a medida que las paredes de las arterias aumentan de grosor. La segunda cifra es la presión diastólica. Se obtiene cuando la sangre se evacua de las arterias. La tensión arterial varía según la posición del cuerpo del sujeto (ver caída de la hipotensión ortostática). Resulta difícil definir con precisión lo que es una tensión arterial normal, aunque existe consenso general en que la tensión arterial deseable es la inferior a 140/90 mmHg. Ver también hipertensión.