Dícese de la teoría que explica el efecto positivo de la visualización motora. Sugiere que el acontecimiento imaginado con viveza genera respuesta neuromuscular parecida al de la experiencia real, es decir, la imagen producida por el cerebro transmite impulso al músculo para la ejecución de la destreza imaginada, si bien estos impulsos puede ser tan nimios que no generen movimiento alguno o sea indetectable. El respaldo de esta teoría procede de varias fuentes: por ejemplo, el patrón electromiográfico de la actividad muscular, por ejemplo, de un esquiador que se imagina descendiendo por una pista de esquí, se parecen al patrón eléctrico del músculo, del esquiador cuando esquía de verdad (ver también la teoría del aprendizaje simbólico).