La valoración consiste en una estimación de las condiciones y el funcionamiento de los riñones, los uréteres, la vejiga y la uretra, y una investigación de los trastornos previos o coincidentes que puedan ser el origen de estas alteraciones. Se le pregunta al paciente en la entrevista si presenta dolor o ardor al orinar, aumento de la frecuencia miccional, goteo involuntario, disminución del calibre del chorro de la orina, nicturia, incontinencia de esfuerzo, cefaleas, dolor de espalda o aumento de la sed. Se determinan el color, olor y calidad de orina emitida y recogida por medio de una sonda. Se anotan signos vitales del paciente; si hay distensión vesical; el estado de la piel; cambios neurológicos; localización, duración y tipo de dolor, y presencia de espasmos vesicales. Se determina si el paciente es hipertenso, diabético, sufre una enfermedad venérea, presenta secreción o drenaje vaginal o uretral o tiene antecedentes de cistitis, pielonefritis, cálculos renales, prostatectomía, cirugía renal, trasplante renal o cuadros venéreos. Se debe valorar la actividad sexual del paciente, el consumo de café, tés, bebidas de cola, alcohol, jabones perfumados, sprays para la higiene femenina y fármacos de venta con o sin receta y también la costumbre de bañarse en una ducha o bañera caliente. Se registran los antecedentes familiares de poliquistosis renal, hipertensión, diabetes o cáncer. Las pruebas de laboratorio incluyen la densidad de la orina, la presencia de cilindros, proteínas, hematíes o leucocitos en orina y la creatinina sérica. Los procedimientos diagnósticos pueden incluir cistoscopia, ecografía, gammagrafía, uretroscopia, urografía excretora intravenosa, angiografía renal, pielografía retrógrada y radiografías de los riñones, uréteres y vejiga.