Dícese de cualquier fruto, monocárpico o sincárpico, con el epicarpo generalmente muy delgado y el mesocarpo y el endocarpo carnosos y más o menos jugoso. Por lo común tienen forma redondeada o elipsoidal y a menudo colores llamativos por lo intensos. Ya en un principio quiso Moench establecer una diferencia entre la propiamente dicha, en cuyo interior no pueden distinguirse los lóculos, es decir, formada por una pulpa homogénea y la pseudobaya, en la cual se observan claramente diversas celdillas, con las siguientes bien ordenadas dentro de ellas. Gaertner dió también otro nombre, acino, a la enteramente traslucida, por lo tenue del epicarpo y lo jugoso de su contenido, como la de la vid. Pero ambas sólo se fundamentan en el aspecto de estos frutos. Beck y otros autores han establecido diferencias más fundamentales. Así, se reserva este nombre a los frutos que, con los caracteres mencionados, proceden de un gineceo monocarpelar, como los del arlo o agracejo (Berberis) y los de diversas lauráceas. En sentido amplio, caben ya en este género de fruto muchos más. En primer término, tenemos que pueden proceder de un gineceo apocárpico, en el que cada pistilo se transforma en una, tal como acontece en el género Hydrastis. En segundo lugar, cabe también que se forme a expensas de un gineceo sincárpico, por ejemplo, con dos carpelos como en los solanos y la belladona, con tres como en los Phenix, con un número mayor, entre cinco y doce, los caquis o Diospyros, etc. El tercer termino, puede ocurrir que el ovario sea ínfero, y el fruto sigue llamándose igual (sensu amplo); pues, con un par de carpelos; los plátanos, con tres, los higos chumbos y los demás de las cactáceas, en los cuales el número de hoja carpelar pude ser muy grande. Las consideradas como tales por Beck, Pascher y Pohl, que por la singularidad de sus caracteres reciben nombres tales como, anfisarca, balaústa, hesperidio y pepónida.