Los componentes de asociaciones simbióticas pueden seguir una evolución coordinada caracterizada por adaptaciones que benefician a ambos; así, las hormigas protegen a las orugas de muchas especies de mariposas azules frente a los parásitos. Las hormigas han desarrollado adaptaciones del comportamiento que les llevan a cuidar de las orugas y a ahuyentar a las avispas parásitas; a su vez, las orugas han respondido a estas adaptaciones desarrollando evolutivamente una glándula especial por la que segregan un líquido que sirve de alimento a las hormigas.
Otro amplio grupo de adaptaciones interpretables como evolución coordinada cooperativa es el de las relaciones entre plantas e insectos, aves y mamíferos polinizadores (véase polinización) o que dispersan sus semillas. Las plantas han desarrollado a lo largo de la evolución señales de olor, color y formas florales para atraer a los polinizadores, y mecanismos para asegurarse de que cuando éstos las visitan no sólo obtienen el premio del néctar, sino que además recogen o entregan polen. Las semillas han desarrollado dispositivos como espinas o ganchos para sujetarse al pelo de los animales o, como en el caso del muérdago, están encerradas en bayas pegajosas que se adhieren a otros árboles hospedantes cuando los pájaros frotan el pico contra ellos. Algunos frutos contienen compuestos laxantes que determinan el tiempo que tardan las semillas en atravesar el tubo digestivo del animal que debe dispersarlas, con el fin de garantizar que se depositan a una distancia adecuada de la planta que las ha producido.