La composición musical o musicalización sobre la Pasión de Jesucristo, son los relatos evangélicos de la revelación, el juicio y la crucifixión de Cristo, narración que habitualmente se conoce como la Pasión de Jesucristo. Durante la edad media, la historia de la Pasión de Cristo se entonaba en canto llano como parte central de la liturgia de la Semana Santa (era, de esa manera, la contrapartida musical al drama hablado y no litúrgico de los misterios de la Pasión). Un sacerdote (o, en tiempos posteriores, tres clérigos) identificaba los personajes mediante cambios en el registro vocal y el tempo, usando una expresión profunda y solemne para las palabras de Cristo, el registro medio y la rápida declamación para el narrador, y el registro más agudo para los otros personajes y para el pueblo. Sobre esta base simple, el evangelio servía de apoyo para unos relatos en distintos estilos musicales, que se extienden sobre un vasto periodo histórico y que estaban diseñados para conseguir el máximo afecto en las congregaciones a las cuales se dirigían.
Desde el siglo XV se introdujo la polifonía; en los responsorios se utilizó con el fin de ampliar el carácter especial de las declaraciones de las masas, mientras que en el motete los arreglos se basaban en el relato en forma condensada de los cuatro evangelios, sustituyendo al drama por la belleza de una textura unificada. Los motetes cayeron en desuso a principios del siglo XVII, pero el responsorio sobrevivió y alcanzó su esplendor con tres obras austeras, aunque profundamente expresivas y litúrgicas de Heinrich Schütz (San Mateo, San Lucas y San Juan) que datan de la década de 1660. Otros compositores de la época, a menudo desafiando a los clérigos, tomaron elementos del oratorio (los acompañamientos instrumentales, los corales, las arias y el recitativo simple) para ahondar y dar vida su obra. A partir de este punto se necesitaba sólo un paso, aunque de extrema magnitud, para llegar a las grandes Pasiones de Johann Sebastian Bach (Según san Juan, 1724 y Según san Mateo, 1727), que combinaban el drama y la meditación con una riqueza expresiva nunca antes imaginada. La reverencia de Bach por la tradición, que se evidencia en su fidelidad a los textos evangélicos, no fue compartida por todos sus contemporáneos, muchos de los cuales prefirieron componer libremente sobre los libretos de la Pasión de poetas de la época. Un famoso ejemplo de ello es Der Tod Jesu (La muerte de Jesús, 1775) de C. H. Graun, que alcanzó gran popularidad a finales del siglo XVIII.
El carácter grandioso de las versiones de Bach paralizó muchos de los intentos posteriores de composición de Pasiones. A partir del siglo XIX, el ejemplo más destacado es La Crucifixión (1887) de John Stainer, que aunque atractiva y muy interpretable, ocupa un nivel bastante inferior. No obstante, existen dos obras de origen reciente, la Pasión según san Lucas (1963-1966) de Krzysztof Penderecki y la Pasión según san Juan (1981) de Arvo Pärt, que consiguen, aunque con técnicas modernas, una forma de expresión ritual impresionante que nos devuelven a la época histórica de Bach y aún antes.