La cumbre perteneciente a la cordillera de Lípez, que se alza en el departamento boliviano de Potosí. Dos bifurcaciones de la cordillera de los Andes atraviesan el territorio de este departamento, en el extremo suroeste de Bolivia. El ramal oriental, constituido por las cordilleras de Chayanta, Livichuco, Mandinga, Los Frailes, Lique, Chichas y Lípez, se prolonga hasta alcanzar el cerro Zapaleri, que constituye la frontera con Argentina.
La cuenca fluvial del río Márquez, que desagua en el lago Poopó, y la del río Grande de Lípez, que lleva sus aguas al salar de Uyuni, exhausto pese a su tributo, pues carece ya de toda superficie de agua estancada, atraviesan los relieves montañosos, configurando, en el este y sureste, valles aptos para la agricultura, sobre los que se asienta la población indígena, que cultiva trigo, maíz, patatas, legumbres, hortalizas y frutales.
El cerro Nuevo de Lípez se eleva a 5.303 m de altitud, en medio de este paisaje descrito, que tiene como principal problema la carencia de comunicaciones eficientes; únicamente el ferrocarril de Uyuni a Antofagasta se adentra en esta solitaria región.
Un clima de estepa fría y pobre vegetación, que impone amplitudes térmicas diarias y estacionales de gran diferencia de registro, unido a las escasas precipitaciones y a la alta evapotranspiración, crea un ambiente árido y hostil para la vida humana, en el que sólo son evidentes los rebaños de llamas y ovejas. A ello debe sumarse el efecto del enrarecimiento atmosférico que implican los más de 5.000 m de altitud, lo que provoca el síndrome de anoxia, vulgarmente conocido como soroche o ‘mal de montaña’.
La vegetación es, en general, escasa, como corresponde a una región donde llueve poco y las temperaturas son relativamente bajas; no obstante, en las partes más altas de los valles alternan manchas arbóreas de ejemplares de pequeño porte y arbustos que ceden paso, a menos altura, a bosques en los que abundan el aliso, el laurel, el cedro, el saúco y la quina.