Es un nombre con el que se designa a ciertos instrumentos que, por su construcción, están afinados en otra tonalidad y no tocan a la altura escrita sino que, de forma mecánica, transportan la música a un tono más agudo o más grave. Es decir, se trata de instrumentos que se escriben o se leen en un tono distinto del escuchado. Este sistema tan complejo y aparentemente ilógico está justificado en algunos casos porque facilita la digitación.
Decimos que un instrumento está en un tono x determinado, cuando leyendo un do se escucha la nota x. Conviene no olvidar que cuando un clarinetista, por ejemplo, toca en si$, no significa que toque una pieza escrita en esa tonalidad, sino que su instrumento está en si$, lo que significa que suena un tono por debajo de lo que lee cualquiera que sea el tono de la pieza. Si toca una partitura en do mayor (sin alteraciones), estará sonando en la tonalidad de si$ (dos $$). Por tanto si queremos que suene en do habrá que escribir su música un tono más alto de lo que suena.
Este convencionalismo resultaba cómodo cuando se utilizaban los instrumentos de armónicos naturales, como la corneta de hoy y los antiguos instrumentos de metal de la orquesta. Desde la aparición de los pistones, ha perdido su utilidad, conservando no obstante, su falta de lógica y su complejidad.
Los instrumentos transpositores de una orquesta o banda son: el corno inglés, el clarinete, el saxofón, la trompeta y la trompa. Dentro de los clarinetes, saxofones y trompetas, hay distintas alturas y por tanto diferentes afinaciones.