En el ámbito literario, hay una serie de géneros que, por esencia, no pueden desprenderse de la veracidad, pues de ponerse ésta en duda quedarían desprovistos de su objeto principal: la formulación creíble de sus contenidos. Son los casos del documental literario (por ejemplo, el ensayos histórico o el científico) y del periodismo escrito; no obstante, el concepto de verosimilitud es asimismo pertinente cuando se trata de literatura de ficción.
A juicio del ensayista Blas Matamoro, hay un pacto que sella la transitoria verosimilitud de la obra de arte, y ese pacto se celebra entre un sujeto virtual y flotante (el texto) y un sujeto anclado en un momento histórico y denso de tal realidad: el lector. En el encuentro de estas dos subjetividades se produce la existencia del género y el valor de verosimilitud que la obra lleva.
Tal cooperación del lector en la estrategia discursiva permite establecer las bases de lo verosímil en distintos momentos de la historia del pensamiento. Así, las verdades ideales descritas en la filosofía platónica ceden paso al planteamiento de Aristóteles, a cuyo entender no es oficio del poeta narrar los hechos como sucedieron sino como desearíamos que hubiesen acaecido. Situado en esta corriente, Horacio considera verosímil aquello que nos parece verdadero según el patrón establecido por los mitos clásicos, que son la expresión jerarquizada de los valores sociales.
Cuando Cervantes juega con las cualidades de lo verosímil, lo hace desde la parodia, contraponiendo a las fantasías caballerescas el creíble mundo de Alonso Quijano, cuya verosimilitud, por contraste, acredita lo increíble de sus lecturas aventureras. A partir de ese juego de espejos, las posteriores corrientes narrativas irán perfeccionando sus mecanismos para proyectar un mundo posible.
En la medida en que se vincula al pensamiento científico como patrón de lo verificable, el realismo adopta un claro punto de vista en esta materia. Caso distinto es el de la literatura fantástica, cuya relación con la verosimilitud es más compleja.
En palabras de Umberto Eco, se trata de la cuestión discutida en la historia de la filosofía acerca de la posibilidad de concebir una montaña de oro, o bien por Horacio cuando se pregunta si puede imaginarse un ser humano con cerviz de caballo. ¿Por qué no? Se trata de fabricar cosas nuevas a partir de lo ya conocido. Más difícil, como muestra la historia de la lógica, es concebir (en el sentido de producir reglas para su construcción) un círculo cuadrado.